Durante ese verano también hice salidas a la colonia de gaviotas que nombro en el primer capítulo de esta serie. Fueron pocos días los que visité ese acantilado, por falta de tiempo, pero cuando lo hice, aproveché el tiempo al máximo.
Eran sesiones de entrenamiento, sin yo darme cuenta. Iba avanzando en los conocimientos de mi equipo, y eso me ayudaba para hacer cosas que hasta entonces no había hecho. Fue un verano loco de continuo aprendizaje, que me preparó para mi primer proyecto. Cada sesión y cada especie me enseñaba y me hacía crecer. Aprendía muy rápido y mucho, y es que tanto tiempo con mi cámara en la naturaleza me hizo progresar a un ritmo vertiginoso.