La historia

Al comenzar el proyecto tenía pensado centrarme en dos localizaciones, pero como comenté en el cuarto capítulo del apartado “Inicio del proyecto“, tuve que decantarme por una, por falta de tiempo.

En el primer día en el que me dirigía hacía la localización en la que pude trabajar días contados, nada más salir de casa tuve una experiencia increíble. Iba caminando por un camino rodeado de pastizales y bosques isla con mi mochila gigante y con mi cámara en mano cuando de repente, a unos 60 metros avisté 3 corzos en un pastizal.

Dos corzos jóvenes pastando.

En esta zona los corzos se refugian en los bosques y pasan tiempo escondidos, pero a primera y última hora del día salen a los pastizales a alimentarse.


Suavemente me tire al suelo del camino embarrado. No tenía ningún sitio donde esconderme y los corzos se iban acercando hacía mí. Para hacer fotos la mochila me molestaba y estando en el suelo me la quité como pude. Esto no molestó a los corzos que siguieron acercándose hasta estar a unos 30 metros. Estaba amaneciendo y la luz era escasa. Seguramente esto y que me pegara al suelo hizo que los corzos no me detectaran con la vista. Los dos machos iban correteando detrás de la hembra hasta que se quedaron quietos en posición de alerta.

Fueron los disparos de la cámara lo que les avisó de que a pocos metros había algo que no era bueno. Tras echar unas miradas, mover las orejas y olisquear, salieron corriendo y desaparecieron detrás de la linde de otro pastizal.

Después del subidón que me dio este encuentro me levanté y seguí caminando mientras pensaba en lo que me había ocurrido hacía minutos.

Hembra de corzo mirando a cámara..

La hembra fue la que más se acercó y la que se dió primero a la fuga. Los machos la siguieron.