Suavemente me tire al suelo del camino embarrado. No tenía ningún sitio donde esconderme y los corzos se iban acercando hacía mí. Para hacer fotos la mochila me molestaba y estando en el suelo me la quité como pude. Esto no molestó a los corzos que siguieron acercándose hasta estar a unos 30 metros. Estaba amaneciendo y la luz era escasa. Seguramente esto y que me pegara al suelo hizo que los corzos no me detectaran con la vista. Los dos machos iban correteando detrás de la hembra hasta que se quedaron quietos en posición de alerta.
Fueron los disparos de la cámara lo que les avisó de que a pocos metros había algo que no era bueno. Tras echar unas miradas, mover las orejas y olisquear, salieron corriendo y desaparecieron detrás de la linde de otro pastizal.
Después del subidón que me dio este encuentro me levanté y seguí caminando mientras pensaba en lo que me había ocurrido hacía minutos.